—Madame Gres —respondí con paciencia—. Era la mejor costuriére del mundo.
Plisaba las telas directamente sobre el cuerpo de la modelo y convertía a la mujer en
una bella escultura. Como el Espíritu del Éxtasis de los Rolls Royce. Madame Gres
era una escultora que labraba telas. Además era muy valiente.
Miles entrelazó las manos.

—¿En qué sentido?

                      ( Madame Gres trabajando sobre el cuerpo de maniquí)

—Cuando en el cuarenta y dos inauguró la Casa Gres en París, colgó una enorme
bandera francesa en el escaparate desafiando a la ocupación alemana. Cada vez que
los alemanes la arrancaban, ponía otra. Sabían que era judía, pero la dejaban en paz
porque esperaban que vistiera a las esposas de los oficiales. Cuando se negó, le
cerraron la tienda. Murió en la pobreza, olvidada por todos, pero era un genio.

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