Los viejos clientes, los que llevaban años o décadas yendo a la librería, a
veces se acordaban de ella y hasta se pasaban por allí de cuando en cuando. Luego se
ponían a hablar de los viejos buenos tiempos, se lamentaban del desinterés que
mostraba la juventud por los libros, compraban algún librito de la editorial Insel con
poemas de Hesse («En su día me gustó tanto, que quiero regalárselo a mi nieta»). Y
volvían a desaparecer de la vida de la librera.

Comentarios

Entradas populares