La maldición de la gran limpieza consiste en que, al principio, el caos se multiplica
hasta alcanzar unas dimensiones gigantescas, pero cuando uno se llega al momento
de la desesperación, cuando uno está a punto de darse por vencido o de tirarse por la
ventana, de repente empieza a despejarse la niebla como por ensalmo. Al principio,
de forma más bien imperceptible; luego, se instala por fin, haciendo su entrada
triunfal, cierto orden, y por último, se propaga una claridad que, tras los esfuerzos
padecidos y la angustia acumulada, surte un efecto doblemente alentador.


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