El sábado empezó mal y acabó peor. En primer lugar, entró mucha gente en la
tienda y, aunque me alegraba, a duras penas podía vigilar el género. Para colmo entró
alguien comiendo un bocadillo y me vi obligada a pedirle que se fuera, algo que no
me gusta hacer, y menos delante de otros clientes. Luego llamó mi madre y tuve que
animarla un poco, porque suele deprimirse los fines de semana.
—He decidido no ponerme botox —dijo.
—Muy bien, mamá. No lo necesitas.
—No se trata de eso. En la clínica a la que he ido me han dicho que es demasiado
tarde para el botox y que no notaría la diferencia.
—Bueno… no te preocupes.
—Así que voy a ponerme hilos de oro en la cara.
—¿Que vas a qué?

Comentarios

Entradas populares