Precisamente al verle escorado en la boca de la chimenea se me aparecieron aquellas
chispas de leña que ardían en casa de mi madre, con mis hermanos, y que nos
quemaban los pies mientras mamá calmaba las quemaduras con su saliva. Esa imagen
me hizo temblar porque una puede dejar la pobreza, pero la pobreza nunca la
abandona a una.


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