Era un café simpático, caliente y limpio y amable, y colgué mi vieja gabardina a
secar en la percha y puse el fatigado sombrero en la rejilla de encima de la banqueta,
y pedí un café con leche. El camarero me lo trajo, me saqué del bolsillo de la
chaqueta una libreta y un lápiz y me puse a escribir. Estaba escribiendo un cuento que
pasaba allá en Michigan, y como el día era crudo y frío y resoplante, un día así hizo
en mi cuento.


Comentarios

Entradas populares