La Sustancia invisible de los cielos. Ulises Bértolo



"No existe mejor seducción que aquella que no es provocada" 


" Él también lo era. Elena, al contrario, deseaba una vida normal,
salir de noche, llegar alguna vez a altas horas de la madrugada,
derramar una botella de vino sin que les importase manchar
la alfombra, sentir las migas de pan al hundir los dedos
entre los cojines del sofá mientras se desnudaban abruptamente
el uno al otro. Pero solo tuvo una relación de pizarra
corregida cada día por su marido como una interminable fórmula
matemática en la que todo debía seguir un orden. Primero
el trabajo, y luego también. Sin ser consciente de ello, recordó
Ignacio, su perfeccionismo, su afán por planificarlo todo,
por dejar tan poco espacio a la espontaneidad e improvisación,
trazó entre ellos una línea de tiza invisible que dividió la
casa, las comidas y las horas del día en dos mundos distintos
con la única justificación de sus investigaciones y estudios.
«Qué pensaría de mí si viera el desorden en que vivo ahora» "




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