Era la única habitación alejada de la calle y del ruido del tráfico, y por eso la ocupaba
Sagrario.
 Daba a un parque que habían construido cinco años antes, un parque con
bancos verdes, y palomas, y un estanque con una fuente.
 Los abuelos se sentaban allí y daban la merienda a sus nietos.
 A Sagrario le gustaba mirar hacia el parque y se inventaba la vida de los abuelos.

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