Cuando una rosa está a punto de marchitarse la introduzco en agua. Tiene que
estar bañada en ella desde el final del tallo hasta el principio. Procuro que los pétalos
queden fuera del agua. La rosa parece que flota en su belleza medio muerta y sonríe.
Estira los pocos latidos que le quedan y misteriosamente vuelve a la vida. A su
regreso es mucho más hermosa. La resurrección de la rosa me hace pensar que
después de la muerte hay algo: son los sueños. Lo que la rosa ha ido guardando
mientras creía que moría. Al volver ha descubierto que para vivir hay que olvidar.

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