Pero Sven no le prestó demasiada atención. Había escogido ese libro de entre los
demás y ya estaba empezando a leerlo. Posiblemente, su novia le estuviera diciendo
algo que no llegó a oír. Porque, en efecto, la literatura puede cautivar a una persona y
acaparar toda su atención. Es capaz de trasladarnos a otros mundos y, a base de
fundirnos con ellos, hacer que olvidemos las pesadumbres de la vida cotidiana.
Incluso personas de tendencias muy prosaicas son receptivas a la literatura, siempre y
cuando la lectura sea la apropiada. Ese era claramente el caso de Sven y el
Kamasutra.



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