Daba la impresión de que la tienda no había cambiado nada desde la época de su
fundación; es decir, desde finales de la década de 1950. Desde luego, las estanterías
contenían otras lecturas, y el samovar —casualmente eso lo sabía Valerie con
exactitud— había sido añadido en los años noventa, después de un viaje de su tía a la
Rusia liberada del comunismo, el país de Dostoievski, Tolstói y Pushkin, la tierra
añorada por Charlotte hasta que hizo ese viaje y volvió algo desencantada. En aquella
época, la madre de Valerie le había dicho: «Como verás, la realidad no puede hacer
frente a la literatura». 

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