«Nos pasamos la vida entera acercándonos y tomando distancias, en un vaivén
continuo, respecto a uno mismo, a nuestros amores, a cosas menos importantes»,
pensó Ginebra mientras esperaba que la clienta saliera del probador. «Un movimiento
que se repite idéntico, primero una carrera hacia delante, a toda velocidad —siempre
es a toda velocidad—, el vértigo, la cúspide de intensidad, y luego la marcha atrás,
cuando la luz se ha apagado o la estamos apagando nosotros o la ha apagado otro
dejándonos a oscuras; cuando aquello que nos parecía único, importantísimo,
excepcional, pasa a ser un capítulo más de nuestra vida, algo, por otra parte, que le ha
pasado a casi todo el mundo —esto le ha pasado a todo el mundo, no te preocupes—,
que ha sido narrado en multitud de novelas y de películas, unos sentimientos que
podemos considerar sin que nos importen demasiado, mirar de lejos, sentimientos en
ocasiones ya apenas recordados. Tal vez persistan más los hechos, las frases, y uno
empiece a olvidar lo que sintió —el vértigo, la puñalada, el sol inundando la
habitación, el suelo abriéndose bajo los pies— en cuanto deja de sentirlo. Esto me
pasó a mí, fue así, ocurrió de este modo. ¿O quizá no? ¿Hasta qué punto uno olvida o
modifica los recuerdos —lo que sintió en un momento dado— precisamente para que
se puedan convertir en esto, en recuerdos, temas de conversación, historias que ya no
molestan, ni mueven nada, para estar siempre en el futuro, a la espera de lo que puede
suceder, en la línea de salida, siempre con prisa, siempre impaciente por que algo
ocurra, algo distinto, nuevo, definitivo, trepidante? Y siempre ocurre».

Comentarios

  1. ...vestimos los recuerdos de invisibilidad para que no saquen aquello que nos daño...aunque a veces de repente se desnudan y y tienes que enfrentarte a ello..

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