No había nadie.
Durante años había evitado hacer la autopsia de la única habitación que le
interesaba, porque, ya se sabe, los niños tienden a agigantar los recuerdos y no hay
nada más engañoso que volver a escuchar los sonidos de la propia infancia cuando
queda ya muy lejos en el tiempo. Quizá sería mejor no abrir ciertas puertas ni
entornar otras.



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