Eran todas las cosas que habíamos vivido como pareja en el último año lo
que me tenían nervioso, no la reacción de mi familia. Casi hubiera preferido que
pusieran el grito en el cielo para que alguien diera voz a mi ansiedad y yo pudiera
mostrarla sin tapujos. Poder decir: «No lo tengo claro, pero me encuentro entre la
espada y la pared porque es esto o nada».
Así lo planteó Lucía y aunque no estuve de acuerdo en los términos… no pude más
que aceptar si quería que se solucionara. Durante un tiempo casi me reconfortó ser
consciente de la descomposición de lo nuestro porque al menos entendía el porqué de
la rabia que de pronto nos teníamos, el desdén y la frialdad con la que nos
castigábamos si el otro no hacía lo que uno quería. Nos íbamos a la mierda pero
tuvimos que solucionarlo porque Héctor y Lucía no podían ir por libre… eran Héctor y
Lucía. Así que lo arreglamos. Con esfuerzo. Porque no había más respuesta que un sí en
ese referéndum.

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