En su pequeña habitación del Black Swan, Coral abrió la caja plateada, apartó el papel de seda y sacó el vestido. Lo dejó sobre la cama. Ahí tendido, parecía una persona muerta. Pensó en la señora Hart yaciendo en su cama, ataviada con uno de sus mejores vestidos, a la espera de que se la llevara el coche fúnebre.
Se desvistió y se puso el vestido por la cabeza. Tenía una cremallera y muchos corchetes en la espalda que no lograba alcanzar. Le pareció muy cruel diseñar un vestido cuya propietaria no pudiese abrochárselo sola. ¿Quién iba a ayudarla el día de la boda? Se preguntó si podría abrocharlo y ponérselo luego, bajándolo poco a poco. Se lo quitó y lo intentó, pero no le pasaba por el pecho y los hombros. Durante unos instantes quedó atrapada en el vestido. Presa del pánico, desgarró una costura en sus intentos por liberarse.

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