En letras estilizadas y a pluma, un pequeño texto escrito a mano que se titulaba: «Cicatrices».
 


—Siempre me gustaron las personas con cicatrices, como los árboles —dijo una voz a mi espalda que me hizo cerrar de golpe el libro—. De hecho, desconfío de las personas que pasados los cuarenta no tienen ninguna.

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