Había un pequeño espejo en la pared frente a ellos, que se había teñido de un azul brillante con el cielo vespertino,
tenía cortinas de encaje a su espalda, sentía el frío que se filtraba por la ventana,
y más allá había árboles y campos, y el viento.
Tener a un hombre sentado a su lado todavía la hacía sentirse rara,
y eso que era un hombre que le gustaba, y en el que confiaba bastante,
pero seguía siendo un hombre, con aquella ropa masculina sencilla y oscura de la
que nunca se preocupaba que olía un poco a loción de afeitar.
Desprendía una calidez a su alrededor que ella percibía aunque no le tocara.
Lila. M. Robinson
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